Base Bíblica:
“Atravesaron la región de Frigia y Galacia, ya que el Espíritu Santo les había impedido que predicaran la palabra en la provincia de Asia. Cuando llegaron cerca de Misia, intentaron pasar a Bitinia, pero el Espíritu de Jesús no se lo permitió. Entonces, pasando de largo por Misia, bajaron a Troas. Durante la noche Pablo tuvo una visión en la que un hombre de Macedonia, puesto de pie, le rogaba: Pasa a Macedonia y ayúdanos. Después de que Pablo tuvo la visión, en seguida nos preparamos para partir hacia Macedonia, convencidos de que Dios nos había llamado a anunciar el evangelio a los macedonios.” Hechos 16:6-10
La gran comisión que los discípulos recibieran de parte de Jesús fue “… Id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que yo os he mandado”. La promesa del Espíritu Santo llegaría a sus vidas y los catapultaría a ir “hasta lo último de la tierra”.
Ahora que ya podían disfrutar da la llenura del Espíritu Santo, los discípulos tenían el desafío, tanto de ser sensibles a la voz del Espíritu, como también, el de mantener la visión de ir e impactar y transformar la vida de los perdidos. Ahora Pablo, movido por la visión de llegar hasta los no alcanzados, mostro una gran sensibilidad al Espíritu Santo, por ello, no compartió el evangelio en aquel momento en Asia, sino que fue hasta Macedonia, según la orden que el Espíritu le daba. ¡El resultado de esa proclamación fue maravilloso!
El Espíritu Santo, en nuestro liderazgo y células, no solo nos impulsa a alcanzar a nuestra Jerusalén y Judea; sino que nos lleva “hasta lo ultimo de la tierra”. Es decir, el Espíritu despierta la conciencia misionológica universal de la iglesia para que vayamos y hagamos discípulos. Cuando somos sensibles a esa voz y a esa visión, entonces la multiplicación se vuelve una maravillosa realidad.
Hoy en día, muchos no creen en dicha multiplicación, porque no tienen la visión, porque no logran escuchar la voz Dios y les falta un pentecostés otra vez. De ahí pues, que no podemos entender una vida llena del Espíritu sin una acción continua de estar ganando a los perdidos, porque el Espíritu Santo es el principal propulsor de la gran comisión.
7 Grandes necesidades de los perdidos, por las cuales hay que orar:
1. Su alma.
2. Su corazón.
3. Su mente.
4. Su cuerpo.
5. Su familia.
6. Su vida social.
7. Su vida laboral.
